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En el mundo de la comunicación, las agencias desempeñan un papel fundamental en la con- figuración de percepciones y realidades. Están detrás de bambalinas: sin que los ciudadanos de a pie lo sepan, posicionan temas específi- cos en la agenda pública, empujan tendencias, e incluso contribuyen en dar forma a ciertas acciones. Justo en momentos como el actual, donde está en juego el futuro político de varios países, su actividad es más relevante.

Sin embargo, este poder no está exen- to de dilemas éticos, especialmente cuando se trata de eventos como las elecciones, donde la veracidad y la transparencia son cruciales para ga- rantizar un proceso democrático justo y para cultivar la confianza del público en la información que consume. El corazón de estos dilemas radica en la responsabilidad que tienen como generadoras de contenido capaz de transformar percepciones. Y este no es un problema exclusivo de la políti- ca; se extiende al ámbito empresarial en general. Así, la pregunta es: ¿cómo lidiamos con la responsabilidad de in- fluir en la opinión pública de manera justa y transparente?

La incorporación de la inteligencia ar- tificial (IA) en el proceso de comuni- cación agrega una capa adicional de complejidad. Si bien puede ayudar a generar contenido y analizar datos de manera más eficiente, también plan- tea preguntas sobre la imparcialidad y la objetividad en la información que se presenta al público. Ante este panorama, ¿cómo en- frentar la necesidad de ser vera- ces con la audiencia, a la vez que satisfacemos las necesidades de empresas y partidos políticos que nos buscan para colocar sus men- sajes en la agenda pública?

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