Los seres hu- manos somos cri- aturas gregarias y grupales. Solemos desempeñarnos mejor en sociedad, aunque hay perso- najes excepcionales que nos cuentan que pueden vivir solos por años o décadas sin mayor problema.
Nos gusta la compañía y, para una gran can- tidad de personas, la meta es lograr crear relaciones de pareja estables y duraderas. Y parece que ésta ha sido una de las constan- tes en la historia del ser humano moderno desde hace ya mucho tiempo. Lo que ahora es novedoso es el uso de la tecnología más actual para lograr satisfacer este deseo: el de la compañía, el entendi- miento y la intimidad. Las aplicaciones de citas en internet son un recurso reciente disponible para las personas. Sin embargo, hay historia detrás de estas he- rramientas. Por ejemplo, el antecesor directo de las aplicaciones de citas eran los anuncios clasificados.
Estos anuncios personales que se publicaban en las páginas de los periódicos o las revistas servían como el anzuelo silencioso lanzado al mar de las expectativas. Y no fueron pocas las relaciones que ahí comenzaron el vínculo. Más adelante, con la llegada de las computadoras personales, hubo una escalada en las posibilida- des gracias a la tecnología. Ya en la década de los sesenta, varios estudiantes de universidad usaban cues- tionarios para “optimizar” la búsqueda de parejas para bailes con la ayuda de computadoras IBM. Durante la década de los setenta aparecieron varias empre- sas de búsqueda de pareja por computadora. Sin embargo, hubo una empresa que integró la tecnología de otra manera. Se llamaba Great Expectations, y era una empresa de “videoligue”. Eso en 1976, y 10 años después, en 1986 surgió un servicio de intercambio de cartas electrónicas, Matchmaker Electronic Pen-Pal Network. Pero ya estaba ahí el internet.
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